Guillermo Perry |
Acabo de asistir al Congreso de Economistas Europeos, invitado a presentar un trabajo sobre América Latina, lo que demuestra el interés creciente en nuestra región. Pero lo que más me sorprendió fue que la política educativa y de innovación, en Europa y otras regiones, tuvo la mayor atención en el congreso: 11 sesiones versus 9 sobre mercados de trabajo, 5 sobre temas financieros y 4 sobre fiscales (a pesar de las crisis recientes), 4 sobre asuntos ambientales y un número menor sobre otras áreas. Además, una de las dos sesiones plenarias se centró en la atención a la primera infancia.
Estos y otros muchos trabajos de investigación, promovidos por la Ocde, las universidades y organizaciones no gubernamentales, constituyen una guía obligada para los gobiernos en el momento de definir sus políticas en estas áreas. Si bien se consulta a expertos, a rectores, a maestros y empresarios, la política no se basa en compromisos con estos actores, sino principalmente en los resultados de la investigación académica.
Al igual que lo han demostrado los estudios académicos en Colombia, los europeos concluyen que la clave para tener una sociedad bien educada, productiva y cohesionada está en la atención integral de calidad a todos los niños y en la calidad de la educación básica, más que en la mera cantidad de horas de atención o enseñanza. El entrenamiento laboral y la educación superior también importan, y mucho, pero rinden mucho menos cuando los trabajadores y universitarios no han desarrollado bien su potencial cognitivo en los primeros años de su vida y su educación.
También concluyen que la clave de la calidad se encuentra en tener rectores, maestros y especialistas en estimulación temprana bien preparados y bien motivados. Asimismo, que el éxito no se consigue solo con presupuestos amplios y buenos salarios. Si bien unos y otros son necesarios (¡ojo, ministro Cárdenas!), es indispensable que las políticas establezcan incentivos adecuados para atraer a los mejores a la docencia, a que estudien en programas universitarios de excelente calidad y para motivar a rectores y maestros a que mejoren continuamente sus prácticas pedagógicas. Para ello, resulta fundamental que los mejores maestros apoyen a los menos buenos, que haya excelentes cursos de especialización y actualización a lo largo de la carrera docente y que cada maestro tome los cursos que requiere, según los resultados de evaluaciones periódicas científicamente diseñadas, en las que participen el rector, otros maestros, los alumnos y el propio maestro. Las evaluaciones son para ayudar al maestro.
Concuerdo con la petición de distinguidos educadores de que, para afinar detalles, el Gobierno consulte ampliamente a rectores, maestros, líderes sindicales, padres de familia y expertos. Pero la opinión recibida en estas consultas debe complementar y no sustituir los hallazgos de la investigación académica, pues de lo contrario acabaremos, como es nuestra costumbre, pretendiendo convertir las consultas en consensos imposibles y en la práctica negociando con los intereses más fuertes.
La calidad es lo fundamental y se consigue con rectores y maestros bien preparados y motivados. Periodico El Tiempo Agosto 31 de 2014
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