Crónica / La práctica hospitalaria evidencia la crisis de la Ley 100
Los dientes pobres en Colombia
En su práctica, un estudiante de odontología se enfrenta a la realidad del sistema de salud colombiano: la salud no importa.
Por Edgar O. Hernández, Odontologia
Un día normal en el Hospital Centro Oriente. Las cruces.
7 a.m. En medio del frío intenso de Bogotá, en uno de los sectores más inseguros y viejos de la ciudad, que conserva casas antiguas que en cualquier otro país serían atractivo turístico. Es un edificio feísimo de tres pisos, enrejado como cárcel, triste, frío y lleno de gente como todo hospital publico: filas de pacientes que han madrugado para conseguir una cita, no importa si están muy enfermos o no, lo único que importa es si su EPS o su ARS tienen contrato con el hospital.
7.20 a.m. Se alistan las unidades odontológicas y el instrumental para atender pacientes, se instalan las unidades en el consultorio de las citologías porque no hay otro lugar, una vez más las unidades no funcionan bien, hay que revisar conexiones, desbaratar, arreglar sin saber y armar; utilizar la lámpara de las citologías porque el bombillo se fundió y tener cuidado de enchufar el compresor en la toma adecuada o de lo contrario el hospital se queda sin luz.
7.35 a.m. El pasillo se ha llenado, un pasillo demasiado frío con sillas de cemento y un televisor sin señal que nunca se prende. Esta es la sala de espera, o mejor, de desesperación y aburrimiento. Nuestros pacientes, niños de 3 a 12 años de edad, son demasiados para tan pocos odontólogos.
7.40 a.m. Entra nuestro primer paciente, una nena de 4 años, que de milagro no ha sido hospitalizada con tanto proceso infeccioso que tiene en su boquita. Es urgente tratarla y se le realiza la historia clínica: el formato es un pobre documento, limita las posibilidades de un odontólogo de hacer un buen diagnóstico y tratamiento. Según ese formato, al odontólogo solo le importan las carias, deja de lado que somos especialistas de la boca y necesitamos entender todo el cuerpo humano para atender mejor a nuestro paciente. La nena está muy mal. Indignación y mal genio son nuestra primera reacción. No puede ser que patologías prevenibles estén tan avanzadas, que una personita a tan corta edad esté tan abandonada.
Pertenece a una familia joven, pobre y numerosa, que vive en condiciones de hacinamiento; sus padres están desempleados, viven del rebusque y es muy difícil comunicarse con ellos, en parte por su nivel educativo. Quisiéramos culparlos por lo que le pasa a la nena pero sabemos que el problema es de fondo, de un país que se preocupa por pendejadas, mientras descuida las necesidades importantes.
«Un pasillo demasiado frío con sillas de cemento y un televisor sin señal que nunca se prende».
7.50 a.m. Al padre de la niña se le pide que facture los tratamientos para que después la ARS pague el tratamiento al hospital. ¡Jue madre! La nena todavía no tiene Sisben y no podíamos atenderla. No podíamos atender a la niña que estaba a punto de generar una celulitis infraorbitaria, proceso infeccioso que requiere hospitalización y que, si persiste, puede comprometer la vida.
8.00 a.m. “Toca hacer el cruce”, no podemos dejar a la nena así. Tenemos que hacer mil y una maniobras con los materiales dentales, con firmas, con la historia clínica y demás para atenderla a escondidas. Entre lágrimas y gritos la atendemos, se hace todo lo posible para que no le duela, pero es imposible, a nosotros también nos duele verla así, pero hay que hacer la cirugía. Terminamos y hay que formular, pero encontramos que el mísero POS no cubre el mejor medicamento, si no usamos es que cubre, lo tendrá que pagar el paciente. Toca formular lo que el POS dice, ¡Qué tristeza!
9.15. a.m. Siguiente paciente. Esperaba desde las 7 a.m. Un pequeño de 4 años. Enfermo casi igual que la nena anterior, pero él sí tiene Sisben. Según la petición de la ARS teníamos que hacer la mayor parte del tratamientos en una sesión. Claro como la ARS no sabe en qué condiciones llegan los niños y solo piensa en la rentabilidad (en tratar de no pagarle al hospital los tratamientos, a través de excusas como que la historia clínica no está bien llena, que la factura se venció, etc.).
«la ARS no sabe en qué condiciones llegan los niños y solo piensa en la rentabilidad».
Omitimos la orden de la ARS, otra vez en silencio hacemos maniobras para facturar todo el mismo día y atenderlo en varias sesiones, una vez más nos pasamos de los 20 minutos en que se debe atender a un paciente, tiempo insuficiente si queremos hacer las cosas bien. Sabemos que esto nos puede traer problemas, pero no vamos a seguirle la corriente a cuanta petición exija un sistema de salud incoherente e inhumano.
10.00. a.m. El hospital tiene un jardín infantil en el tercer piso, su ruido y el del compresor que está cerca de las unidades para que funcione bien, nos ensordece y nos produce dolor de cabeza. Todavía quedan muchos pacientes, nuestra docente tiene que explicarles a algunos que llegaron a las 7 a.m. que no podemos atenderlos. Hace seguir a los que ve más delicados.
En el marco de una legislación como la Ley 100 y de un país que destina mucho más presupuesto a la guerra que a la salud y a la equidad social, la suerte de nuestros dientes pobres no cambiará, ni la suerte de una comunidad tan olvidada como el amor en tiempos de guerra, tan sola como la esperanza de apagar el diluvio de plomo que nos atormenta pero tan fuerte para aguantar, permitir y facilitar que tanta porquería subsista sin hacer absolutamente nada.
EPS: empresa promotora de salud.
ARS: aseguradora del régimen subsidiado.
POS: plan obligatorio de salud.
Los dientes pobres en Colombia
En su práctica, un estudiante de odontología se enfrenta a la realidad del sistema de salud colombiano: la salud no importa.
Por Edgar O. Hernández, Odontologia
Un día normal en el Hospital Centro Oriente. Las cruces.
7 a.m. En medio del frío intenso de Bogotá, en uno de los sectores más inseguros y viejos de la ciudad, que conserva casas antiguas que en cualquier otro país serían atractivo turístico. Es un edificio feísimo de tres pisos, enrejado como cárcel, triste, frío y lleno de gente como todo hospital publico: filas de pacientes que han madrugado para conseguir una cita, no importa si están muy enfermos o no, lo único que importa es si su EPS o su ARS tienen contrato con el hospital.
7.20 a.m. Se alistan las unidades odontológicas y el instrumental para atender pacientes, se instalan las unidades en el consultorio de las citologías porque no hay otro lugar, una vez más las unidades no funcionan bien, hay que revisar conexiones, desbaratar, arreglar sin saber y armar; utilizar la lámpara de las citologías porque el bombillo se fundió y tener cuidado de enchufar el compresor en la toma adecuada o de lo contrario el hospital se queda sin luz.
7.35 a.m. El pasillo se ha llenado, un pasillo demasiado frío con sillas de cemento y un televisor sin señal que nunca se prende. Esta es la sala de espera, o mejor, de desesperación y aburrimiento. Nuestros pacientes, niños de 3 a 12 años de edad, son demasiados para tan pocos odontólogos.
7.40 a.m. Entra nuestro primer paciente, una nena de 4 años, que de milagro no ha sido hospitalizada con tanto proceso infeccioso que tiene en su boquita. Es urgente tratarla y se le realiza la historia clínica: el formato es un pobre documento, limita las posibilidades de un odontólogo de hacer un buen diagnóstico y tratamiento. Según ese formato, al odontólogo solo le importan las carias, deja de lado que somos especialistas de la boca y necesitamos entender todo el cuerpo humano para atender mejor a nuestro paciente. La nena está muy mal. Indignación y mal genio son nuestra primera reacción. No puede ser que patologías prevenibles estén tan avanzadas, que una personita a tan corta edad esté tan abandonada.
Pertenece a una familia joven, pobre y numerosa, que vive en condiciones de hacinamiento; sus padres están desempleados, viven del rebusque y es muy difícil comunicarse con ellos, en parte por su nivel educativo. Quisiéramos culparlos por lo que le pasa a la nena pero sabemos que el problema es de fondo, de un país que se preocupa por pendejadas, mientras descuida las necesidades importantes.
«Un pasillo demasiado frío con sillas de cemento y un televisor sin señal que nunca se prende».
7.50 a.m. Al padre de la niña se le pide que facture los tratamientos para que después la ARS pague el tratamiento al hospital. ¡Jue madre! La nena todavía no tiene Sisben y no podíamos atenderla. No podíamos atender a la niña que estaba a punto de generar una celulitis infraorbitaria, proceso infeccioso que requiere hospitalización y que, si persiste, puede comprometer la vida.
8.00 a.m. “Toca hacer el cruce”, no podemos dejar a la nena así. Tenemos que hacer mil y una maniobras con los materiales dentales, con firmas, con la historia clínica y demás para atenderla a escondidas. Entre lágrimas y gritos la atendemos, se hace todo lo posible para que no le duela, pero es imposible, a nosotros también nos duele verla así, pero hay que hacer la cirugía. Terminamos y hay que formular, pero encontramos que el mísero POS no cubre el mejor medicamento, si no usamos es que cubre, lo tendrá que pagar el paciente. Toca formular lo que el POS dice, ¡Qué tristeza!
9.15. a.m. Siguiente paciente. Esperaba desde las 7 a.m. Un pequeño de 4 años. Enfermo casi igual que la nena anterior, pero él sí tiene Sisben. Según la petición de la ARS teníamos que hacer la mayor parte del tratamientos en una sesión. Claro como la ARS no sabe en qué condiciones llegan los niños y solo piensa en la rentabilidad (en tratar de no pagarle al hospital los tratamientos, a través de excusas como que la historia clínica no está bien llena, que la factura se venció, etc.).
«la ARS no sabe en qué condiciones llegan los niños y solo piensa en la rentabilidad».
Omitimos la orden de la ARS, otra vez en silencio hacemos maniobras para facturar todo el mismo día y atenderlo en varias sesiones, una vez más nos pasamos de los 20 minutos en que se debe atender a un paciente, tiempo insuficiente si queremos hacer las cosas bien. Sabemos que esto nos puede traer problemas, pero no vamos a seguirle la corriente a cuanta petición exija un sistema de salud incoherente e inhumano.
10.00. a.m. El hospital tiene un jardín infantil en el tercer piso, su ruido y el del compresor que está cerca de las unidades para que funcione bien, nos ensordece y nos produce dolor de cabeza. Todavía quedan muchos pacientes, nuestra docente tiene que explicarles a algunos que llegaron a las 7 a.m. que no podemos atenderlos. Hace seguir a los que ve más delicados.
En el marco de una legislación como la Ley 100 y de un país que destina mucho más presupuesto a la guerra que a la salud y a la equidad social, la suerte de nuestros dientes pobres no cambiará, ni la suerte de una comunidad tan olvidada como el amor en tiempos de guerra, tan sola como la esperanza de apagar el diluvio de plomo que nos atormenta pero tan fuerte para aguantar, permitir y facilitar que tanta porquería subsista sin hacer absolutamente nada.
EPS: empresa promotora de salud.
ARS: aseguradora del régimen subsidiado.
POS: plan obligatorio de salud.
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