Precios altos vs. bajos salarios

Por Juan Carlos Martínez Castro el 13 de Septiembre 2013 9:48 AM

En Colombia encontramos productos con precios más altos que en los Estados Unidos y Europa. Lo paradójico es que mientras los precios están por las nubes, los salarios son cada vez más bajos, creando así un desequilibrio en el mercado nacional.

Los consumidores colombianos no hemos podido disfrutar realmente de los TLC pues la des-graduación arancelaria es paulatina en la mayoría de los productos y sólo se verá reducida con el paso de los años. Lo que sí se puede ver son los altos precios del conjunto de la mercancía que se importa a pesar que los empresarios ya no pagan los mismos impuestos. 

Un ejemplo son los automóviles, el Chevrolet Camaro SS cuyo precio en EE.UU. es de apenas $23.345 dólares que equivalen a $44.8 millones de pesos colombianos, es vendido en nuestro país en $141.990.000. De esta manera queda demostrado que los estadounidenses y europeos adquieren vehículos de distintas marcas a precios muy inferiores de lo que se comercializan en Colombia.

En la finca raíz también vemos este mismo fenómeno, los precios de la vivienda están disparados en ciudades como Bogotá y Cartagena, hoy en día es más costoso adquirir una vivienda en la capital colombiana que en otras ciudades del mundo. La situación es tan exagerada que en barrios estrato 5 como San José de Bavaria hay propiedades que superan el millón de dólares a pesar que sus calles y alcantarillas están destapadas, mientras que en la Florida-EE.UU. una casa de similares características y con mejores zonas comunes cuesta menos de 250.000 dólares. 

Los precios de la ropa no son la excepción, ese mercado se ha dinamizado mucho con el ingreso de marcas europeas, principalmente españolas. No obstante, estas prendas son vendidas a precios muy superiores que en sus países de origen y paradójicamente al promedio que la ofrecen los fabricantes nacionales. Las cadenas de almacenes por departamentos también han contribuido a mejorar el mercado aunque con precios muy altos si se tiene en cuenta que sus marcas propias son fabricadas en China. 

La oferta gastronómica presenta un comportamiento muy similar, en ciudades turísticas como Bogotá y Cartagena existen restaurantes cuyos platos pueden costar el presupuesto mensual de alimentación de una persona que gana un SMLV. Llama la atención que Colombia sea el segundo país donde la Big Mac es más costosa en el mundo según el PIB per cápita. 

La gasolina en Colombia es de las más caras del planeta y eso es innegable. Por ejemplo, en países como EE.UU. y Corea del Sur que importan el petróleo de nuestro país, la gasolina se vende a un precio mucho menor. Se calcula que el galón de combustible le cuesta al colombiano el 20% de su ingreso promedio diario. Es lamentable que mientras más se produce petróleo en el país más caro es el combustible y que los únicos que se beneficien de su comercialización sean las multinacionales extranjeras.

Otro ejemplo lo constituyen los celulares, en EE.UU. un iPhone 5s cuesta 199 dólares mientras que en Colombia ese mismo aparato llega a costar más del millón de pesos según el operador que se escoja, esto con la condición de adquirir a un plan de datos y de voz por uno o dos años. Si se quiere adquirir en modalidad prepago, el iPhone 5s puede llegar a costar alrededor de $1.700.000 (un millón setecientos mil pesos colombianos), mucho más que lo que paga cualquier estadounidense o europeo por el mismo smartphone. 

De nada sirven los TLC si no generan precios más cómodos para los consumidores. Los grandes distribuidores e importadores están aprovechando esta coyuntura siendo los que más se han beneficiado de los tratados pues compran a menor costo en el exterior dejando de hacerlo a productores nacionales con las consecuencias que esto trae. Sin embargo, no han querido transferir este beneficio económico al consumidor final pues siguen vendiendo a los precios de siempre e inclusive más altos. 

La Superintendencia de Industria y Comercio tiene el deber de impedir que los grandes distribuidores e importadores especulen con los precios, más si se trata de productos de la canasta familiar. También debe procurar para que los artefactos electrodomésticos, celulares y automotores bajen de precio pues es una promesa básica del TLC. Por su parte, la Superintendencia Financiera debería velar para que las entidades bancarias bajen las tasas de interés y estimulen así el consumo.

Si comparamos lo que gana un colombiano promedio (1SMLV) que equivale a 589.500 pesos con lo que gana un estadounidense que trabaje apenas 8 horas al día a tan sólo 10 dólares c/u, encontraremos una diferencia de más de 4 millones de pesos mensuales. Ahora, si confrontamos este ingreso con lo que paga cada ciudadano por los productos e impuestos en su respectivo país, entenderemos que a los colombianos nos están estafando. Así las cosas, deberíamos tener mejores carreteras, hospitales y universidades que EE.UU. y Europa pero lo único que vemos son desfalcos en todos los sectores. 

Es absurdo que los empresarios colombianos aspiren a que la economía crezca cuando no están realmente comprometidos con la generación de empleo y cuando los pocos puestos de trabajo que producen los remuneran con bajos salarios y a la vez, pretendan vender con los precios más altos de la región. Ignoran que al pagar mejores salarios, los consumidores tendrán mayor poder adquisitivo y por lo tanto se generará mayor consumo, mucho más si dejan de cobrar tanto por los productos.

Algunos empresarios creen erróneamente que sacarle el máximo de dinero a su cliente en una sola transacción es hacer un buen negocio, cuando en realidad están dañando una posible relación a largo plazo que les traería mejores resultados económicos. También creen que el pagar bajos salarios les ahorra costos cuando es lo contrario, pues los trabajadores no harán su labor con gusto, no se comprometerán con la empresa y se irán apenas tengan una mejor oferta.

Puede ser una cuestión cultural, una de las tantas mañas traídas por los españoles que buscaban satisfacer su voraz apetito cuando le intercambiaban a los indígenas espejos por oro. Algo que nos ha dejado en desventaja hasta el día de hoy, ya no sólo con el oro sino con otros recursos y ya no sólo con España sino con otras naciones. La pseudo-cultura del "avivato" o la mal llamada "Malicia Indígena" que a mi juicio debería llamarse "Malacia Española" o "Malicia Europea" no es motivo de orgullo sino de vergüenza. "Sálvese Quien Pueda", "A Precio de Marrano", "Jefe Negrero" son frases despreciables que deben ser eliminados de nuestro léxico si queremos un país decente.

Colombia debe encaminarse hacia un civismo y una cultura empresarial basada en el precio justo de los productos y en salarios bien remunerados. De seguir como estamos, nuestro país nunca superará la desigualdad económica ni saldrá de la pobreza. El Estado y el sector privado deben converger para que exista una equitativa distribución de la riqueza de modo que se genere un consumo racional que beneficie a las empresas, al Estado pero sobre todo al ciudadano.

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